8 ene 2008

Asueto en inmigración

Cuando llegó la hora de rellenar los famosos papelitos en el avión surgió la duda, aunque... yo lo tenía bastante claro: soy residente permanente ¿o no? por lo que era cuestión de rellenar solamente el papelito azul, no el blanco o el verde. Esos son para otra gente, para los gualtrapillas. Más tarde descubriría que yo también era uno de ellos.

Total, que la unidad familiar -o sea, mi santa y yo mismo- nos dirijimos a la fila para los citizens y los legal aliens -o sea, yo mismo-. Cuando me llega mi sanmartín la madera de turno avisa a su amiga, una pelirroja cincuentona entradita en carnes, y me manda ir con ella ¡Uyuyui! me dije. Obediente, la seguí a un cuarto... iluminado. Allí me dejó desamparado con un "le atenderán lo antes posible". La verdad es que la frasecita tuvo su gracia viendo lo que sucedió después, y sobre todo cuando vi que había cincuenta indocumentados a la espera y un solo policía a cargo de aquel berenjenal. Luego llegarían refuerzos con igual de mala leche que Tom. Aquello parecía la sala de espera de Tráfico, sin pantalla con los numeritos, que para eso los polis se valen solos llamando a la gente por sus nombres en innumerables lenguas románicas y bárbaras.

De música de fondo los llantos de unos cuantos churumbeles y los comentarios de un partido de lo que aquí llaman football. El televisor estaba orientado de manera que los polis que hacían los papeles pudiesen verlo, no nosotros, la multitud hambrienta de papeles y educada en los principios de primitivos deportes rurales como el balonpié. Creo que jugaban los Giants y los Patriots. Sí, a mí también me da igual, al menos hasta la Superbowl: mi cuñada organiza una fiestecilla y habrá que comer y beber como animales.

La verdad es que no me aburrí porque cada cinco minutos pasaba algo. El poli de color... negro diciéndole a la señora de color... negro que si no hablaba inglés que se fuese a pensar a su sitio en algo... en inglés y luego volviese más calmada y con algo preparado en inglés. Todo un contrasentido. El tema lo resolvió la poli buena que hablaba francés y le largó el pasaporte a la señora de color... negro en un pis-pas.

Luego la chica que estaba sentada a mi lado se dirigió a Tom y le debió decir algo sobre que iba a perder el avión. Total que Tom, que también tenía su sentido del humor, nos preguntó al respetable que cuántos estaban esperando por su conexión. Allí todo el mundo levantó brazos y piernas.

Me hizo gracia también a la British de turno diciendo que aquello era "ridiculous" (ya saben, imagínense a la profe de Harry Potter pronunciando el palabro). El día que "nuestras" antiguas colonias nos sometan al mismo tratamiento...

Al final, oí mi nombre, me largaron el pasaporte y se acabó mi aventura. Mi santa, estaba a la puerta esperándome, al borde del ataque de nervios. Me soltó que entendía si no quería volver a vivir en Estados Unidos. Sí, cariño, siempre nos quedará la España de ZP y los Manolos cantando Papeles para todos y amigos para siempre oeh oeh. Allí ninguno de mis guiris aguantó nada semejante.

Mientras tanto quedan veinte días para que llegue mi Green Card... Tachín, tachín!

La próxima vez entro en Estados Unidos por mi ciudad de destino, al menos no me agobiaré pensando que pierdo la conexión.

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